-¡Los hombres son unos perros!; en los pueblos,
creen que todas las viudas son unas prostitutas. Las persiguen los solteros y
hasta los casados –me dijo Isabel mientras se limpiaba una lágrima que corría
por su mejilla, inquiriendo: ¿Se me dañó el maquillaje? Hablaba con el corazón
en su mano, mientras Dora y yo sentíamos la conexión de las almas cuando se
abren y entregan todo su amor.
Éramos tres espíritus que departíamos en una noche
mágica bajo la luz natural de las estrellas y las galaxias; y en el fondo se
perfilaba la Iglesia, iluminada por luz artificial. Ese morado azuloso que
reflejaban sus ladrillos contrastaba bien con los verdes y amarillos que
iluminaban las luces del parque principal. Estábamos bajo la sombra de un magnolio
de flores blancas que parecía estar pendiente de nuestra tertulia, pues esas
flores grandes, esponjosas y olorosas son admiradas por quienes visitan ese
terruño; pocos lugares pueden contar que les haya prendido un magnolio al
frente del Templo Parroquial. Incluso hasta dos perros callejeros, al
percatarse que las arepas de chócolo con ensalada y el chorizo de Dora no eran
para ellos, optaron por sentir algo de ese calor humano que transmite una voz
cálida y parecía que respiraban al unísono de la conversación.
Magnolio de Entrerríos |
Muchos años atrás, en un frío municipio cercano a la
meseta de los osos, al norte de Antioquia, se mecía un gran yarumo blanco sembrado
en el parque principal de este lomudo y fabuloso municipio. El viento parecía
jugar con sus hojas mientras una luna plateada reflejaba todo su esplendor. Sus
hojas grisáceas determinaban un sinfín de características que daban a la región
todo el encanto y la magia de los pueblos antioqueños. Aquella noche umbría
auguraba sólo malos presagios para la familia Rodríguez López. Esa noche enviudó
su madre y con gran tesón y sufrimiento sacó adelante a sus cuatro hijos.
Los yarumos fueron testigos de las incontables veces
que tuvo que levantarse Aliria a las 4 de la mañana para lavar ropa ajena
con el fin de sacar adelante a sus hijos, pagarles comida y educación,
desgastarse su vida y juventud bajo la compañía de la lluvia y un par de
turpiales. Varias noches a la semana, también bajo la sombra de los yarumos se
quedó hasta altas horas de la noche barriendo la calle para llevar algo de
comida extra a su humilde hogar.
http://poesiadiamundial2q.blogspot.com/2013/06/yarumos-texto-de-julian-chica-cardona.html |
Sí los yarumos pudieran hablar la hubieran advertido
la noche que bajo su sombra grisácea y plateada dos borrachos hablaban de
negociar su celo y maternidad. Uno de ellos fue más allá y quiso pagarle por mercancía
que Aliria no vendía y que definitivamente impactó a Isabel aquella noche,
cuando era apenas una niña. Llegó a su casa a las afueras del pueblo aquel
malicioso borracho con las hormonas alborotadas tras degustar cervezas y
aguardientes. No era el primer hombre que asociaba viuda con mujer libertina y
que quería satisfacer su sexualidad como fuera. Llamó a la puerta con alevosía
y la madera de comino reflejaba bellamente la luz de la luna y las estrellas,
pues recién habían cortado la electricidad por exceso de pago a la familia de
Aliria. Al ver que no respondían y notando una hendidura en la puerta
introdujo su miembro viril por ésta mientras que gritaba solicitando servicios
que no le iban a ofrecer. Esta imagen conmocionó a una niña de 7 años que se
escondía bajo las enaguas de su madre.
-¡Ánimas benditas! ¡No me desamparen y por favor
cuídenme de estos hombres! –Gimió escondida Aliria mientras veía esa escena
por primera vez en su vida. Nunca antes ninguno de los tantos hombres que la pretendían
y le insinuaban que dejase de lavar ropa ajena y de barrer la calle por
hacerles favores sexuales se había atrevido a tanto.
Inmediatamente invocó a las ánimas con mucha fe se
escuchó un montón de gente caminando por la carretera como próximos a
aparecerse en su casa y el borracho al pensar que estaban llegando los vecinos
de Aliria salió como alma que lleva el diablo.
Cuenta Isabel, con todo el respeto del caso,
terminando de morder su arepa de chócolo con ensalada y salsas, que cada vez
que un hombre llegaba a su casa con esas intenciones su santa madre invocaba a
las ánimas y éstas se manifestaban con ruido, pasos y voces, para ahuyentar a
todo aquel que quisiera sobrepasarse.
El día de la inspiración... |
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