El primer libro que publicaré será:

martes, diciembre 13, 2011

ESPERANZA DE VIDA ENTRE LA MUERTE



El buscaba darle sentido a su vida. Encontrar como un detective hasta la más mínima pista que lo condujera hacia el fin mismo de su existencia. Quizás persuadir a muchos de que el mundo era mucho más que la náusea y el caos que imperaba en la mente de la mayoría. Absorto estaba en sus dilaciones mentales, mientras que sus colegas griegas de la isla de Lesbos se reían a carcajadas disfrutando el día de suspensión de una de ellas.
-           ¡Alex! Nos faltó lo más importante para comprar. Por fa ve por la cebolla. Préstame $500, yo te doy éstos –dijo Gabriela mientras mostraba una brillante y reluciente moneda-.
-          Claro, Gabriela. No hay problema. Yo te los regalo. Bueno, los compro para todos. Que sea mi parte para el desayuno y el almuerzo.
Caminó con prisa y también con interés de conocer a profundidad qué servicios pudiera requerir algún día en este nuevo vecindario. Se percató de la realidad imperante. El quería buscar razones parar vivir, pero la muerte lo sobrecogía.  Exagerando un poco, casi que podía decir uno que había más muertos que vivos en la calle, pues a cada lado que miraba había una funeraria distinta, cada cual más sacra y diáfana que la anterior, con carros blindados, ventanas caras y lujosas, mármol por doquier, cámaras de vigilancia y tecnología. Algo sí tenía claro, que esos servicios no los requeriría por mucho tiempo, apenas iba por la cuarta parte de una vida promedio.
Una campanada fuerte y constante rompió su barullo mental, aunque alrededor había un ardiente ritmo de personas, que no dejaban de producir ruido. "Entre cielo y tierra no hay nada nuevo", estaba en lo cierto el autor del Eclesiastés, su impresión era la misma de Alex en el bullicio del centro de la ciudad de Medellín.
Pasó varias calles mientras pensaba tantas cosas. La mente es imparable. Nos sobrecogen cada día 65000 pensamientos. Un bus de Bello casi lo manda para la funeraria, pero en una ciudad grande eso no es raro. Cada día uno se encuentra muchas veces de frente con la muerte. Recuperándose del chorro de adrenalina pasó el parque donde había gamines, mendigos, buseros, vendedores, estudiantes y hasta jugadores de póker. Recordó a su amigo Sócrates, quien una vez le dijo: Lo bueno de la inteligencia es que es portátil; al ver a los jugadores de cartas que se las ingeniaban para divertirse y ganar dinero contando con granos de fríjoles. No obstante, eso no era para él. Seguramente moriría sin aprender a jugar cartas, y eso lo traía sin cuidado.
Al llegar a la revueltería, como le enseñaron a llamar las tiendas de frutas y verduras en su infancia, vio a tres mujeres descuidadas y aparentemente del común que atendían. Su infancia la había olvidado, su mente ya tomaba otros rumbos. Cuánto había cambiado en los últimos años. Hacía tres días leyó asiduamente un intercambio de cartas con Sócrates y su amigo El Ingeniero, y no creía que alguna vez él hubiese sido tan diferente.
-Buenos días, por favor me vende una bolsa de cebollas- ¿Qué tienen de buenos?, pareció leerle el rostro a la regordeta mujer, con cara de cebo y ajos. Ella le mostró la cebolla y le pidió que escogiera, para poder continuar la amena charla con sus colegas.
-Cuando llegamos donde la gamina ya la habían tapado, no pudimos verla. Dijo una sobrepesada mujer con voz de cansancio y aburrimiento.
- La violaron hasta por detrás. No le quedó ni el hueco. Contestó la más rubia de las tres.
- Eso no es nada. Yo sí quiera vi al que atropelló el bus. No le quedó nada armado. Me dieron hasta ganas de vomitar apenas llegué, dijo la gorda, metiéndose un cigarrillo en la boca.
Con esos comentarios ya Alex sorprendido ya no quería ni comer, para qué hacerlo…
Las mujeres seguían su animosa charla, tanto así que avanzando hacia el futuro uno se las podía imaginar como calaveras  fumadoras. El metro pasaba lleno de futuros muertos, hasta las verduras perdían su vida y tomaban un putrefacto color.
Alex escogió las cebollas más gordas y limpias sin tierra que encontró, pagó los $1000 pesos y se propuso emprender su regreso.
-Siempre para servirle. Dijo la rubia bastantona, sacando algo de humanidad, o de hipocresía en las relaciones humanas. Pues lo único que le interesaba era llevarle algo de comer a sus hijos, mantener su hogar, sin importar la labor que desempeñase.
Alex se encerró dentro de sí. Por lo menos en ese lugar sin espacio sus pensamientos tenían sentido. Algo podía hacer para cambiar su entorno. Empezó su camino, dejando un mundo tras de sí lleno de pequeñeces, de impresiones, de impulsos bárbaros y de futuros muertos. El aún tenía mucho qué vivir.


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