El primer libro que publicaré será:

viernes, enero 31, 2014

Crónica Completa: "Tras los rastros y rostros de brujas y adivinas"

¿Quién no ha llegado a su casa lleno de volantes, tras ir al centro de Medellín a hacer una diligencia?
Tras los rastros y rostros de brujas y adivinas

Por: Luis Fernando Gil Monsalve

Le amarro, le ató y le devuelvo a su ser querido… Riegos de la buena suerte… Le digo quién le está haciendo daño y le quito el maleficio… Sólo pague cuando vea resultados


Era una noche, una noche toda llena de murmullos y de sonidos de alas. Me desperté sudoroso y asustado por la oleada de cálidos pensamientos que me embargaban. Esa pesadilla me había acompañado los últimos días. Las campanas de la Iglesia Jesús Nazareno me regresaron a la realidad. El reloj marcó doce campanadas, una tras otras, cada cual me libraba más del sopor como sí un hipnotista me sacara de trance con el chasquido de sus dedos. Nunca me preocupé por averiguar con mis vecinos quién vivió antes que yo en mi apartamento, sobre la Avenida Juan del Corral con Moore. Aun no entiendo por qué  en mi sueño, velaban esa niña en mi sala, sobre un féretro blanco, en un sueño en blanco y negro.
Todo me imaginé, menos que mi compañera de la Universidad de Antioquia, donde cursamos Historia, creyera en lecturas de tabaco y en hechicería. Me aseguró que Otilia, una adivina que lee el tabaco, le devolvió a su marido, de quien se había separado.  Me causó mucha sorpresa cuando ella me invitó a donde dicha adivina hacerse  leerse el tabaco y “desesperar” a un amigo suyo.
Antes de ir compramos un paquete de 25 tabacos por los lados del parque Bolívar. Luego pasamos las fronteras de la Comuna 10 hacia la 8. Llegamos al segundo piso de una casa de inquilinato.  La estancia era una arrume de vejeces y desorden, demasiado para tan reducido espacio.  

Hacia el bosque
Antes del anochecer, nos dirigimos hacia un bosque impregnado de humedades y provisto de una arboleda solitaria y en penumbras.  La adivina, de no mucha edad, pero con el rostro marcado de huellas de sufrimiento, en sus cuencas profundas un par de  ojos negros inspiraban misterio. Vestía ropa ajustada e insinuante. Sacó unos tabacos de una bolsa de tela oscura, cuidando que fueran nones. Se sentó sobre una piedra mohosa, bajo la protección de un pino alto cubierto de extendidas ramas. A su alrededor, Estrella, su perra criolla, marcaba territorio y buscaba olores a diestra y siniestra.
La mujer, con maestría inicia una especie de  rito con dos tabacos. Les hace movimientos malabáricos. Luego de darles varios besos y toques, se los introduce en la boca. Seguidamente los prende y le saca candela a cada uno, tratando de no aspirar la humareda. Fuma cada cigarro hasta la mitad y analiza las figuras que de las cenizas surgen. Con el mismo ritual se fuma unos 10 más. A algunos, después de rezarlos, se los pasa a una joven rubia, algo robusta y con un dejo de belleza exótica, que los fuma con intensidad y para escupir luego  en el suelo.
-Su novio la está pensando, mire cómo le partió la espalda al tabaco…veo una llamada próxima pero… tiene pensamientos con otra mujer- le dice la adivina a mi compañera. Añadió -Sí quiera mija no le salió cama con esa. ¡Pero sí quiere le echo “desespero”!  Saca de su bolso una bolsita plástica con un polvo blanco que le echa al tabaco.
-Relájese mujer que su novio no la abandonará. No ve que nos lo estamos fumando a él. Deje que los nueve tabaquitos –cada uno a mil pesos- actúen. Dele tiempo… o sino hágale un “endulzamiento” y verá cómo le funciona. Tráigame media botella de vino rojo, 3 pétalos de rosa roja y estas yerbas que le apunto. ¡Listo! Exclama la clienta ilusionada.
Esa noche, Otilia, la lectora de tabacos, me mostró el recorte de prensa donde hace aproximadamente una década, uno de sus hijos, mientras vendían dulces, encontró un maletín lleno de dinero, lo devolvió, salió en los medios de comunicación del país como ejemplo, y gracias a ello, ella obtuvo casa propia. Le regaló a mi amiga dos cuadros que me gustaron y que yo tuve hasta que los tuve que exorcizar y botar: Paris con su Torre Eiffel y Londres con su Big Ben.
No obstante, un amigo al que hospedé una vez en mi hogar, aseveró sentir presencias y energías, me dijo que dos espíritus no lo dejaron dormir. Así que até cabos sueltos. Por consejo de un sacerdote, no existe magia “buena”, así que me bendijo una botella de agua, le eché agua bendita a uno de los cuadros; al otro, agua normal. Extrañamente el cuadro de Paris con agua bendita se diluyó donde cayeron las gotas. Al otro no le pasó nada. Un día llegué resuelto a terminar mis pesadillas extrañas. Les eché agua bendita a ambos, esperando un grito diabólico, una explosión o una fuego extraño, que nunca sucedió. Eché agua bendita por mi casa. Recé un Padrenuestro, un Avemaría un Salve. Luego boté los cuadros

No hay que creer en ellas, pero de que las hay, las hay… Al menos ya no tengo pesadillas.

Acotación: Menos de 24 horas después de visitar a Otilia, el esposo de mi amiga la llamó, y ya viven felices para siempre... Ahhh... ¡y comieron perdices!

* Nombre cambiado por reserva de la fuente.


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