El primer libro que publicaré será:

viernes, diciembre 07, 2007

Algunas fotos!!!






HACE DÍAS TENÍA DESEOS DE PUBLICAR MÁS EN LA BLOG, PERO NO LO HABÍA HECHO ASÍ QUE APROVECHO!!!



martes, abril 10, 2007

RESEÑA CRÍTICA




RESEÑA CRÍTICA



El mayor temor que se tiene en la infancia es el de la ausencia de la luz, no de la oscuridad, pues esta última, como tal, no existe. Prueba de ello es que sabemos de la existencia de fotones, no de antifotones, y por ello podemos estar seguros de que si salimos en un día luminoso y espléndido –de esos en que nos sentimos uno con todo–, y abrimos un paraguas que nos tape la luz, nuestro rostro se oscurecerá levemente, pero al contrario, si abrimos a media noche el mismo paraguas con la idea de tapar la oscuridad, por más que lo intentemos, no lograremos iluminar nuestro rostro.

¿A quién no se le pone la piel de gallina cuando camina en las noches sin luz? Sintiendo que los pies se van uniendo con todo, y que la música emprendida por los grillos y otros insectos nocturnos, se va convirtiendo en la orquesta filarmónica más perfecta. Darse cuenta de que las estrellas tan espléndidas y hermosas que ve, quizá ya llegaron a su fin hace miles de años, y esa luz apenas llega a nuestros ojos y nos hace soñar. Regresar a esos días tan oscuros, donde escondidos en las cavernas, quizá esperando que llegase el día para reanudar la vida, o temiendo a las sombras; nos sentíamos indefensos y abandonados. En el día temíamos la llegada de la noche y sentíamos con más fuerza ese terror hacia lo desconocido. ¡Qué ironía! Saber que en la penumbra y más aún en el día, somos lámparas incandescentes de infrarrojos, y por motivos ajenos, no percibimos esa magnificencia, de la cual se habla en varios capítulos del libro “La luz” de Ana María Cetto, con mayor hincapié en el capítulo V.

La tradición popular –con gran certeza– afirma: lo que bien comienza, bien termina. Y veo que realmente este dicho se puede afirmar al libro de Ana María Cetto, ya que no podría haber escogido mejor fragmento para darle un toque mágico a su libro, que las palabras de Wenceslao Barquera en su Introducción. Y realmente, puedo afirmar que las partes que más me hicieron adentrarme en el mundo de lo ficticio, fueron el primer capítulo y los dos últimos (así que veo que tenemos que inventar un nuevo refrán que hable de los intermedios de los libros); de los cuales pienso hacer hincapié en los próximos párrafos, pero solo a grandes rasgos.

Reiteradamente en el libro, se plantea una verdad absoluta, la cual dice que sin luz no existiría lo que conocemos como el mundo. Y realmente estoy seguro de ello, porque sé a ciencia cierta que lo que existe no es como lo vemos, y eso me preocupa, hasta llevarme a proponer hipótesis alejadas del sentido común. No obstante, cuando uno se adentro mucho más en el libro, se da cuenta con total certeza que hay un lenguaje tan claro que lleva la matemática, la física y la experimentación paralelas con nuestra concepción del mundo. Concepción que está en proceso de perfeccionamiento y en contínua modificación. Por ejemplo, del libro pude reafirmar y deducir una idea que tenía; que nosotros por más que tratemos no podemos ver la “verdadera cara” de las cosas, es decir, que yo jamás he visto el rostro del ser más amado –el de mi madre–; sino que lo que veo no es más que el rebote de la luz a mis ojos, los cuales por medio de las células de la retina – los conos y bastones– convierten a mi madre en cargas eléctricas o sea en iones de sodio, potasio y cloro, que en las zonas de la visión del cerebro forman mapas de cargas de formas intrincadas, me crean una codificación de algo ignoto que llamo mi madre. Esa faceta de la luz visible, comprendida entre los colores que puedo ver y los que son invisibles a mis sensaciones oculares, me asusta.

Uno de tantos científicos, a los que la luz les llamó la atención –para ponerle todo su empeño y dedicación–; y hallar por ende, una explicación a sus interrogantes, fue el célebre matemático, físico y astrónomo Isaac Newton, quien siendo un fervoroso cristiano tuvo una gran inspiración para sus trabajos sobre la luz. ¿Se preguntarán ustedes cómo conciliar la ciencia y la religión? Más aún, la física de la luz y la religiosidad… Pues bien, simple y llanamente por una de las tantas frases que dijo Jesucristo, quien tan solo estuvo únicamente tres años predicando en la Tierra, y hoy, casi dos mil años después, seguimos discutiendo sus conceptos y visiones de la realidad. Dice la Historia que a Newton le pareció el misterio del siglo que Jesús dijera en la Biblia lo siguiente: “Yo soy la luz del mundo. El que me sigue, de ninguna manera andará en oscuridad”, Juan 8:12. Se dice que Newton le intrigó tanto que Jesús dijera que Él era la luz, que quiso saber –con ese deseo profundo, diáfano y claro de hallar la verdad–, qué había querido decir Él, y aprovechando una epidemia de peste bubónica que lo tenía a sus 19 años encerrado por allá en una parcela, comenzó su investigación –me lo imagino como extasiado pensando en Dios y tratando de hallarlo–.

Realmente la historia de cómo nuestros antepasados buscaban la esencia misma de la luz, me apasiona, y de tan sólo uno imaginarse a esos sabios tan dedicados jugando con algo tan misterioso e ineluctable, creo verlos “iluminados” o llevados por algo más fuerte que la propia conciencia. Me refiero a que jugaban, debido a que sus experimentos parecen algo fantástico para su época, pues imaginarse a Galileo Galilei, tratando de medir la velocidad de la luz entre dos montañas distantes 8 kilómetros una de la otra, es atreverse a más, a ir más allá de lo que la simple lógica y el pensamiento legado por los antepasados nos deja, es estar “sobre los hombros de gigantes”, como lo dijo Newton.

La simple pregunta: ¿qué es la luz?; nos lleva a dar el primer paso que necesitamos para emprender una búsqueda intensa y contínua de la verdad, de lo que decía Cristo, que hoy, casi 4 siglos después de decirlo Newton, me sigue interrogando, ¿qué habrá querido decir el Gran Maestro al referirse a ser la luz?

Parece tonto tratar de agradecer a algo inerte y “muerto” el hecho de estar vivos. Cómo no agradecerle a la luz, el placer de quedarse estático por unos segundos observando la majestuosidad del vuelo de un colibrí, o el brillo de una mariposa que da visos dorados o plateados. Cuando me doy cuenta de que gracias a ella, las plantas “respiran” y tenemos las proporciones perfectas para vivir, me sumerjo en un mundo que se me antoja un mundo de hadas, o de Alicia en el País de las Maravillas. A ella le debo todo, pero más allá de ella debe haber alguien. Cómo no percibir su existencia, si la atmósfera tiene el grosor perfecto para que pasen las luces del sol –que ni tanto que queme al santo ni tan poco que no lo alumbre–; y de esta forma no nos tocan los rayos ultravioletas dañinos para nuestra piel. Además, son pocos los rayos X, y los Gamma que tocan la Tierra.

Los fenómenos físicos no son ajenos a nosotros. Y la luz no es la excepción. ¿Cómo puede ser algo “corpúsculo” y a la vez onda? Sería como decir que yo soy cuerpo y también alma. ¡Absolutamente no! ¿Cómo podría yo ser algo que tarde o temprano va a destruirse, que la más mínima partícula puede acabar con mi cuerpo? ¡Hay algo erróneo en la interpretación del mundo que nos dejaron los antiguos filósofos! Y quizá sea gracias a los sentidos (especialmente al de la visión); los cuales parecen engañarnos y jugar con luces, es decir, hacer ilusiones.

Viéndolo bien, al igual que la luz, la concepción del cuerpo y del alma es difícil de comprender. La idea de que somos alma es como una piadosa creencia para cuando nos muramos, porque todo el tiempo estamos convencidos de ser cuerpo. Lo cuidamos, lo vestimos, lo alimentamos, etc. Y nuestra sociedad adora los cuerpos: los exhibe vestidos, semivestidos y desnudos. Yo no soy cuerpo, yo soy un alma, pero utilizo un cuerpo. Igualmente, al comportarse la luz como partícula, tiene ciertas características distintas como cuando se comporta como onda, pero cada una de esas facetas es ella misma. ¡Tan distintas las facetas como el anverso y el revés y así de inseparables, totalmente indisolubles! Es tanto, que me llama mucho la atención la frase escrita en el libro reseñado: “Todos sabemos qué es la luz, pero no es fácil decir lo que es” (La vida de Samuel Johnson, J. Boswell, 1791)

Newton estuvo totalmente seguro de que con los experimentos que diseñó podría deducirse la naturaleza corpuscular de la luz. ¡Y no es para menos! Sus experimentos los realizó incontables veces, y siempre se afirmaba lo mismo. Por otro lado, científicos de su época como Huygens afirmaban que la luz era una onda, pero Newton nunca realizó los experimentos que lo hubieran hecho descubrir el lado ondulatorio de la luz.

Aún hoy día, existen personas que creen que lo que no se puede ver, no existe, como si la luz fuera el único vínculo de la mente humana con la realidad cósmica. Entonces estarían negando la existencia de las ondas de radio, las ondas de los celulares, las ondas de televisión, y otros tantos fenómenos invisibles a nuestros sentidos, pero tan presentes como el aliento de vida. Realmente es el espíritu el que ve, cuando interpreta los datos sensoriales.

Para terminar, la lectura del libro “La Luz” de Ana María Cetto, fue una experiencia intelectual emocionante, independientemente de mi deseo de participar en el concurso “Leamos la Ciencia para Todos”. Su forma de explicar la metodología y los resultados de la ciencia, es apasionante, muy clara, y hasta donde comprendo como egresado del 11º grado, muy exacta, porque no pude hallar en las palabras de la autora ninguna contradicción con mis conocimientos básicos de física y sí muchas cosas que hicieron claridad sobre lo que como estudiante de secundaria no había profundizado. Aunque no ganara el concurso habría ganado algo mejor: Conocimiento.

lunes, marzo 19, 2007

Memorias de México













AÑORANDO!!!

Hasta aquí son las fotos del Concurso en Bogotá, Colombia, del miércoles día de la premiación... las siguientes son en México...
Pirámide del SOL!!!!!!!!!! TEOTIHUACÁN, MÉXICO









MEMORIAS:


De todas las reflexiones que me han impactado a lo largo de mi vida, una de ellas, de sin igual trascendencia, ha sido una referente a mi habilidad para olvidar todos los sucesos que me han construido, es decir, si miro hacia mi niñez veo unas lagunas mentales –como si mi mente se empeñara profundamente en borrar todo lo que me hace ser quien soy en la actualidad. No obstante, y sin temor a equivocarme, la experiencia del Segundo Concurso Leamos La Ciencia para Todos, no pasará a la misma suerte que mis anteriores recuerdos, ya que me voy a poner en la tarea de reconstruir los hechos como los recuerdo.

Podría empezar por relatar el clímax de la historia en Ciudad de México, pero lo normal es que las historias comiencen por donde deben. Y así es como voy a proceder.

Hace unos meses, que no quiero recordar, ya sea por su lejanía o por su frialdad, me encontraba divagando por el océano del destino… llevaba meses en mi pueblo, esperando que sucediese algo que me permitiera tener un destino fijo en algún puerto firme. Aún no había pasado a la Universidad, así que la opción pasajera fue estudiar un semestre de mantenimiento de computadores en Medellín, y así me mantenía viajando cada ocho días a la capital. Mi mente parece recordar que por una invitación de la bibliotecaria de mi pueblo, o por casualidad del destino tomé una bitácora de las publicadas por el Fondo de Cultura Económica que reseñaba en qué consistía el Concurso. Creo que mi primera impresión fue pensar que la bitácora estaba muy enfocada en los niños o los jóvenes, debido a la gran cantidad de dibujos que tenía. Sin embargo, leí las bases del concurso y me ubiqué en una categoría.

Pasé algún tiempo, el cual no recuerdo, seleccionando alguno de los ocho libros que había en la Biblioteca Municipal de Entrerríos. Escogí el libro de La Luz por el dibujo de su pasta, el cual me recordaba a Newton encerrado en su parcela viendo un rayo de luz. Y muy enfocado en hacer un buen trabajo consulté el Internet para ver qué era lo que buscaban los jueces, además analicé una definición descargada de la Web sobre reseña crítica –la cual aún conservo-. Debo hacer un agradecimiento muy especial a mis amigos Rubén y Beti Isaza, sin los cuales no sería la persona que soy. Muchas de las anécdotas e ideas de mi reseña han sido recolectadas de deliciosas conversaciones con ellos, bajo la luz de la luna y el manto estelar, o en la sombra de un frondoso árbol, sintiéndonos Uno con el SER.

Me percaté de que mi trabajo cumpliera todas las bases del concurso y aprovechando un viaje a Medellín, un poco preocupado porque el plazo de entrega se aproximaba llevé mi trabajo junto con el de un amigo que también participó -el único que recuerdo que también lo hizo de todo Entrerríos. "Los únicos que disfrutamos las bitácoras"-. Entregué los trabajos a la Biblioteca Pública Piloto y debo confesar que si no fuera porque me llamaron al año de haber dejado la reseña, no me hubiera vuelto a recordar de ello.

Aquí es donde se reanuda la historia. El tiempo pasó y comencé mi primer semestre de Historia en la Universidad de Antioquia a principios del año siguiente, es decir, en enero de 2006. Continuó el semestre y recibí una llamada por los días de mi cumpleaños número diecinueve, la llamada la recibió mi mamá en Entrerríos, la cual le pidió a mi papá que me llamara, diciéndome que había ganado un viaje a Bogotá, que por favor llamara a la Biblioteca Pública Piloto. Yo inmediatamente asocié lo del concurso, sin embargo, no creía que había sido elegido para viajar a Bogotá, no porque mi trabajo no me lo permitiese, sino por el susto del momento, así que llamé y me informaron que en dicho mes: mayo, iba a tener lugar la premiación regional a nivel de Antioquia, pregunté aún un poco confundido si yo iba para Bogotá y me informaron que sí.

Sucedió la premiación regional, y conocí a los otros tres ganadores regionales de la categoría A, C y E; pero debo aclarar que cuando los miré de nuevo en Bogotá no los recordaba… sería por lo emocionante de la premiación.

La organización del concurso me permitió algo que muchos de mis compañeros de estudio, del pasado o del presente; amigos o familiares, no han tenido la oportunidad de presenciar, y a lo que muchos temen: montar en avión por primera vez. Me río aún cuando recuerdo las preguntas de muchos de mis conocidos: "Luis, ¿y no le dio mucho miedo?", "me han dicho que eso se mueve mucho". Y yo les respondía que no, que lo único que tenía cuando hice mi primer vuelo era ansiedad de saber qué era lo que iba a pasar cuando el avión despegase. Supongo que para muchos de los lectores esto que menciono no tiene mayor relevancia, sin embargo, mi argumento a favor es que muchos de los que conozco en mi círculo de influencia nunca han pisado un aeropuerto, ni mucho menos… aspiran algún día volar.

En Bogotá la experiencia fue muy enriquecedora ya que conocimos personas de todo el país, con culturas y acentos muy diversos. Lo que yo les decía para romper el hielo era que yo poseía el acento más normal, a lo que muchos argumentaban que todo paisa era muy buen negociante, supongo que porque yo llevaba a todo lugar mis botones de "Controle su peso, Herbalife, pregúnteme Cómo" o "Trabaje desde su Casa, Pregúnteme Cómo". Durante esa semana conocimos la Quinta de Bolívar, el Museo Nacional, el Museo de Oro, Maloka, la Biblioteca Luis Ángel Arango, entre otros que no recuerdo. Sé que había preparado una Exposición Magistral sobre mi trabajo, la cual no tuvo lugar, porque lo más parecido a ello fue conversar en una mesa redonda con los compañeros de la categoría sobre el trabajo y su proceso.

Ese miércoles de la premiación me fascinó la presentación que nos hizo el Concurso de una película en el Cine Domo de Maloka, experiencia que le recomiendo a todo el que desee visitar Bogotá, porque además de que la película era impactante: su sinopsis era sobre las grandes migraciones –recuerdo con especial gusto las de las mariposas monarca-, la experiencia de un cine de 360 grados es memorable. Entre los casi cuarenta finalistas del concurso se algunas menciones especiales y tercero, segundo y primer puesto, en orden descendente por categoría A, B, C y E, respectivamente. Yo sólo estaba pendiente de mi categoría, y cuando iban en la mención y el tercer puesto de la categoría B, yo decía internamente como por chiste, si tan sólo quedara de tercer o segundo lugar, para que me mencionaran. Antes de decir el primer puesto recuerdo que unos compañeros me decían algo como: "Luis, ahorita que usted nos presentó su trabajo nos gustó mucho y nos parece que usted va a ser el ganador". Y yo sólo me enfocaba en la premiación. Recuerdo pues que me llamaron por mi nombre y salí por el premio.








Regresamos de Bogotá a nuestras respectivas casas con sensación de separación, y no lo digo por hablar poéticamente, sino porque algunos amigos con los que hablé por Internet me lo contaron. Se sentían vacíos y separados, pero eso sucede… y hay que echarlo al olvido.

Cuando regresé a mi casa el 9 de junio de 2006 todos los conocidos me empezaron a preguntar que cuándo me iba para México, y yo les respondía que en Septiembre –pues en Bogotá había escuchado un comentario a no se quién que el viaje era en dicho mes-. Así que se llegó Septiembre y Octubre, y parecía que el viaje nunca se llegaría. Continué con mi amigo el Internet buscando información sobre el viaje, y en una de tantas pulsaciones del teclado encontré una blog o página personal de una emisora del estado mexicano de Morelia, en la cual participaban con sus comentarios algunos ganadores de dicho estado. Sin embargo, llegó un momento en el cual dicha página no volvió a cargar, hasta que recibí una llamada de Bogotá en la cual me informaban las fechas del viaje y el papeleo necesario para la visa y lo demás.

Se llegó el día de viajar de nuevo a Bogotá y en esta ocasión yo ya sentía que llevaba todo la vida viajando en avión, lo digo porque la primera vez que viajé a Bogotá fue en una noche en un ómnibus –como decía una amiga cubana que conocí en México, refiriéndose a lo que nosotros llamamos bus-, viajando como ocho o diez horas, en las cuales no pude dormir nada en ninguna posición. El viaje fue un jueves, y al día siguiente teníamos la cita en la Embajada de México para pedir la Visa de Turista, para tan mala suerte que el Embajador de México estaba fuera del país, y la señora que nos atendió… resumiendo… nos dijo que como no cumplíamos los requisitos para el documento y que como ella no sabía nada del concurso, simple y llanamente teníamos que volver otro día con cita para la Visa. Nosotros nos quedamos todos pasmados, ya que ahí morían las esperanzas, pues ese domingo siguiente era el viaje, y yo pensé que en México no iban a suspender el viaje de 150 ganadores por nosotros no asistir. Lo bueno fue que Liz, la representante del concurso llamó inmediatamente al Gerente del Fondo de Cultura Económica, el cual llamó al Embajador, y éste último a la encargada de las Visas, -antes de tan mala actitud- no más le tocó sonreír y decir que ya recordaba nuestras Visas.

Ese sábado siguiente estuvimos en Mundo Aventura montando en todas las atracciones mecánicas del parque, finalizando con los perros calientes más deliciosos que habíamos probado en nuestras vidas.

Al día siguiente estuvimos en el aeropuerto muy madrugaditos para emprender el viaje, como tres horas antes de la salida. Recuerdo del aeropuerto el delicioso olor del café colombiano, el cual me hizo recordar que las panaderías tienen horas pico en las cuales activan los olores para que uno se antoje, y allí todos esos pasadizos hacia el avión olían a puro café colombiano, ¡qué olor! Muy diferente al sabor del café mexicano que nos dieron en el avión. Después de revisarnos hasta los dientes volamos hacia México. El día estuvo espléndido, de esos días en que uno se siente Uno con el Ser, como lo digo en mi reseña. El único error que cometí ese día fue no haber pedido ventanilla para poder mirar todo el paisaje alrededor que nos engullía. Lo único que perdonó mi error fue que Liz cambió conmigo de puesto durante media hora, en la cual me pude deleitar sintiéndome pequeño respecto a los 12.740 kilómetros de diámetro terrestre. Otra cosa que haré en un próximo viaje es investigar por qué ciudades pasa el vuelo, ya que en Centro América me percaté de una ciudad grandísima al lado de un lago, y no supe hasta mucho después del viaje. Ya faltando como una hora de vuelo me di cuenta que el terreno había cambiado por completo, no habían casi montañas, de vez en cuando un volcán y se podía uno percatar que el hombre ya había puesto sus "manotas"… no como en mi país, que el suelo era verde, sino árido, y amarillo.

La emoción fue mayúscula cuando el Piloto del avión anunció que íbamos a descender, y la tristeza también lo fue al mirar el color de las nubes y la troposfera: un color característico de la polución y la contaminación. No obstante, ello se me olvidó inmediatamente al sentirnos en México. No podíamos creer que estuviéramos en el país Azteca, inclusive nos quedamos unos minutos sentados antes de hacer "cola" –como decían los mexicanos- para ir a inmigración. Seguidamente pasamos a la fila al lado de una asiática gringa, con la cual entablamos una simpática conversación pasajera en inglés, a veces nos entendíamos y otras veces no. Luego pasamos por nuestras maletas y empezamos a ver cosas raras en las vitrinas que nos afirmaban que estábamos lejos de nuestra Colombia, y los policías de aduana nos revisaron hasta dientes, y nos mirábamos embelezados sintiéndonos "raros" por nuestro acento.

Otras impresiones en Ciudad de México fueron las vallas publicitarias más grande que los edificios que las cargaban a diestra y siniestra, los grafitis en todas las paredes y los puentes tan grandes que se alzaban como colosos sobre las avenidas. El conductor que nos llevaba al hotel nos dijo que la publicidad fue lo que más asombró a los cubanos, ya que en su sistema: construcción del socialismo –como nos corrigió un amigo cubano- parece que no había publicidad.

El hotel era majestuoso y en su primer piso o Planta Baja, como lo enumeraban vimos una cultura distinta a la nuestra, debido a los altares que los mexicanos tienen a sus difuntos. Había calaveritas de dulce, frutas, obsequios, presentes y otras cosas en su culto a los muertos. Ese domingo en la tarde pasé varias horas en la habitación tratando de descifrar lo que me decía mi compañero de habitación de Mérida, Yucatán, que hablaba en un mexicano más distinto a los otros. De él recuerdo la cordialidad y la amistad mexicana. Otro rato de esa misma tarde me lo pasé sin saber qué hacer…no sabía si desempacar mi maleta, o mirar por la ventana hacia el Centro Comercial del frente o enloquecerme, me sentí muy raro, es una sensación no agradable que no sé cómo describir. Bueno, pero la impresión se fue esa misma tarde que pasamos al Centro Comercial del frente, para aprender todo lo que pudiéramos saber sobre este nuevo mundo. El dinero, la gente, el acento, las comidas… todo era raro para nosotros, pero lo peor era que los raros éramos nosotros.

Esa misma noche del domingo fue la Cena de Bienvenida, aunque nos la imaginábamos más protocolaria, sin embargo, fue de nuestro gusto, pues fue la primera impresión culinaria del viaje. Yo por ejemplo, me serví mucha comida de toda la que nos exhibía el buffet, no obstante, luego me propuse seguir haciéndolo pero una cucharadita pequeña de cada cosa. Y esa misma noche recibimos nuestra primera enseñanza mexicana, ellos llaman a las tres comidas del día: desayuno, comida y cena, a lo que nosotros llamamos desayuno, almuerzo y comida, aunque la comida sí la asociamos también con cena, puesto que muchas de nuestras novelas en Colombia son producciones mexicanas. Al final de la semana ya asociábamos comida con almuerzo y hasta nos expresábamos con éste primer término.

Ese lunes visitamos en la mañana Los Pinos, donde vive el presidente mexicano Vicente Fox, y esa tarde los de Colombia nos fuimos para Xochimilco para sentirnos más mexicanos, mientras que los otros concursantes se fueron a cambiar unos bonos de dinero de su premiación. Esa misma tarde, como a las 6:30 visitamos el imponente Edificio Matriz del Fondo en México, junto la librería y la biblioteca.

El lunes en la mañana, después del desayuno, esperando el ascensor, nos hicimos súper amigos de un biólogo mexicano muy especial, el cual nos adoptó durante toda la estadía en Ciudad de México. Adrián nos sirvió de guía durante todos los recorridos y gracias a él nos llevamos una muy buena impresión de la gente.

Al martes siguiente fue la premiación del concurso, tanto nacional como iberoamericano. Recuerdo especialmente las pinturas de Diego Rivera, y las asocio con las del Maestro Pedro Nel Gómez. Luego de la premiación visitamos el Centro de México, la Catedral, la Virgen de Guadalupe, Tenochtitlan. Esa misma tarde estuvo programada una visita a la Imprenta y también visitamos Six Flags, y nos montamos en los juegos mecánicos más grandes de toda Lationoamérica. La adrenalina fue increíble.

Al día siguiente, muy temprano en la madrugada, como visita de los de Colombia y Adrián, montamos en el metro de México D.F… me dejó apabullado comparándolo con el de mi ciudad: Medellín. También visitamos la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México , la más grande del mundo), algunos lugares que no estaban programados en las visitas del Concurso, como la Torre de la Rectoría y la más espectacular Biblioteca que haya conocido; sus dibujos externos la hacen única. Me impresionó mucho que tuviera rutas internas de buses por toda la Ciudad Universitaria.

El miércoles en la mañana visitamos el Jardín Botánico de la UNAM, en donde pasamos en menos de cinco minutos de los bosques andinos, a la selva tropical en el invernadero, e inmediatamente a los áridos desiertos mexicanos. Y me impresionó mucho saber que en 15 años si México continúa utilizando sus recursos hídricos como lo ha hecho se va a quedar sin agua, seguido por todos nuestros países. Además conocer los datos estadísticos de la cantidad tan exorbitante de frutas y verduras que consumían los antepasados mexicanos diariamente, y a las cuatro que actualmente hacen parte de su dieta. Además de las plantas que se están extinguiendo. Esa misma tarde visitamos Universum, algo así como Maloka en Colombia, un lugar donde la Ciencia, la Investigación y la Tecnología van de la mano.

El día siguiente fue el más impactante de toda la semana. Las pirámides de Teotihuacan, Patrimonio de la Humanidad. Es difícil de describir: imponencia, altivez, desarrollo, ciencia, en fin… me quedo corto para contar lo visto. Nos parecía increíble que antes del Encuentro entre América y Europa, existieran ciudades tan gigantes, tan desarrolladas, con canales perfectos para la evacuación de las aguas negras, cuando en Europa no los tenían. Además nos impactó ubicarnos en pirámide de la luna con una brújula y medir la precisión con que los antepasados habían construido las pirámides, la pirámide del sol hacia el oriente y todas las otras exactamente ubicadas. Ese jueves en la noche hicimos una Fiesta de despedida en donde recogí un 30% de los correos electrónicos de los ganadores del concurso a nivel Iberoamericano, hubo baile, comida, fiesta, etc. La comida estaba exquisita porque fueron enchiladas, tacos, burritos, comida picante, y una sopa muy rara de calabaza, que me dijeron que tenían que cortarla a las tres de la madrugada para que diera el punto, o el sabor. Ya sentíamos la proximidad del regreso y eso nos asustaba.

Al día siguiente la despedida con todos los ya amigos fue triste. El vuelo de esa tarde fue más relajado: dormimos, comimos –bueno, almorzamos como se dice en Colombia-, miramos por la ventana, vimos cine, tomamos fotografías, brindamos, practicamos inglés con unos niños afro descendientes americanos que iban hacia la isla colombiana de San Andrés a visitar a su abuela, pero no sabían nada de español, etc.

Para finalizar, esa fue la experiencia que nos regaló el Fondo de Cultura Económica y su Concurso. Ya sólo queda esperar a reencontrarnos en México en dos años en el próximo Concurso en donde ya puedo participar en la Categoría C de Ensayo, y decidirme por cual de éstos 15 libros físicos leo o éstos 47 libros de la colección que tengo en CD.

Por último, espero que estas 749 fotos que tomé nunca me hagan olvidar la experiencia.