GEOGRAFÍA GENERAL
SALIDA DE CAMPO A RIO CLARO
LUIS FERNANDO GIL MONSALVE
C.C. XYZ
DOCENTE: MÓNICA ZULETA
“Veni, vidi, vici “ Julio César, año 47 a.C.
Tenía
muchas expectativas para esta salida de campo, ya que a diferencia de otras previas
del curso ésta era de dos días, incluyendo amanecida en la reserva Rio Claro,
del municipio de Puerto Triunfo, ubicado en la subregión del Magdalena Medio
antioqueño. Fue mi segunda visita a tal reserva. No obstante, la primera vez
hace unos 3 años, mientras pasaba un invierno existencial no fue de mi agrado,
aparte del hecho de que llovió apoteósicamente esa vez, y por tal razón,
adicionado al precio del hospedaje para particulares, en ese entonces, más bien
nos hospedamos kilómetros más allá.
Salimos
el jueves 27 de febrero de 2014 un poco tarde, ya que la cita fue a las 8 a.m.
hora colombiano, es decir, muy diferente a la inglesa o europea. Sin embargo,
viajamos alegres y expectantes por lo que significa reconocer el territorio,
apropiarse de la geografía, hacer salidas de campo e investigar la geografía,
aplicando los conocimientos del curso. La primera parada la hicimos en un sitio
cercano a la carretera para observar una roca gigante, desprendida de la montaña, que se rompía muy fácil al
tacto, a los golpes y tenía puntos negros y blancos en su composición. En total
fueron 180 kilómetros recorridos en unas 4 horas, lo bueno fue que hubo paradas
para hacer más cómodo el viaje.
Mientras
veíamos la roca me llamó la atención esta máquina simple para procesar el café.
En una zona que no es reconocida como gran productora de este grano en el país,
contrario al eje cafetero o al suroeste antioqueño.
En
la parada que hicimos para desayunar nos encontramos con toda una tradición
religiosa que envuelve al país, como son las vírgenes puestas en sitios
estratégicos de los paraderos como ésta que estaba al lado del baño de mujeres,
me imagino que es la Virgen del Carmen, protectora de los camioneros, pero no
sé por qué se me parece a María Auxiliadora. ¿Cuál de las dos será? Al fondo
del paradero hay un valle que se extiende lejos denotando vegetación
característica de tal geografía. Percibimos evidentemente que la temperatura
promedio en tal sitio ha aumentado como lo vimos en el curso, ya que hemos
bajado aproximadamente 1000 metros de altura. Muchos árboles y animales son
endémicos de la región.
Nos
han dicho que la alimentación de la reserva forestal ha cambiado favorablemente
en los últimos días. ¡Júzguenlo ustedes! El refugio de la reserva Rio Claro, un
kilómetro adentro, sumergido en las espesuras de esta selva, es una
construcción amigable con el medio ambiente que permite estar en una simbiosis
colectiva con el entorno que no he visto en otros sitios del país o del mundo.
Definitivamente recomendado para todo aquel que quiera tener una aventura
diferente en una selva virgen con muchos atractivos y quizás alejarse de la monotonía
de la ciudad.
A
pesar de que las últimas cifras de la ONU dicen que ya el 52% [1]de
la población mundial es urbana, Colombia se da el lujo de tener sitios con bosque
virgen y con una geografía característica única, propia del piso térmico que
visitamos y con una especie de humedad en el aire, que hacía difícil respirar a
veces, a unas compañeras del curso.
Su
nombre lo da el Río Claro, nacido en Argelia-Antioquia, municipio del oriente
antioqueño. Cuando llegamos estaba bajando muy crecido y poco transparente
debido a la intensa lluvia del día anterior. Este río es rico en carbonato de
calcio de origen marino que ascendió en el cretácico. Nos dimos cuenta que
muchas de estas bellas formaciones fueron hace milenios grandes cuevas formadas
por la corriente fluvial que con tanto correr perdieron su techo, dejando
mármol en la reserva en grandes cantidades, que varias multinacionales y
empresas colombianas explotan día a día. Razón tenía Heráclito cuando afirmó: “no
podemos bañarnos en el mismo rio porque siempre corren aguas nuevas”. En algún sentido presagió que varios
compañeros se quedaron antojados de bañarse en el río Claro o en el río de dormilón
de San Luis, que no iban a poder llevar a feliz término su deseo.
Cada
cual llevó el almuerzo de ese día, incluso unos compraron al desayuno su comida.
Almorzamos allí y nos asignaron las habitaciones con mucho cuidado, bajo la
supervisión de la profesora.
Esa
tarde presenciamos un hecho difícil de olvidar. Un camión del refugio nos
recogió a todos como en una especie de juego de rol, portando cascos amarillos
de esos que se usan para trabajar en construcciones.
Caminamos
por una preciosa quebrada entre exótica naturaleza casi que en fila india. Las
piedras del fondo brillaban e incluso unos pequeños peces se veían a diestra y
siniestra. Palmas de inigualable hermosura eran endémicas de esta región. Sus hojas
con colores verdes de todas las tonalidades se mecían a nuestro paso como
atentos a cualquier sonido. Una gran alegría nos embargaba, nos hacía sentir
realmente Uno con nuestro entorno. La geografía del hábitat que nos acogía
enviaba constantemente a nuestros cerebros información que procesábamos en un
estado de profunda comunión con la naturaleza. Absortos estábamos mientras nos
aproximábamos al gran cañón de caliza, calcio y mármol que abría sus fauces
como para engullirnos.
La
caverna “El Cóndor” nos miraba expectante. Dos guías, coterráneos de la zona,
nos dieron instrucciones claras y precisas para ingresar al sitio, como ir en
fila india, caminar despacio y tranquilos, portar en todo momento el caso y el
tapabocas -que olvidé- y enfáticamente no alumbrar con las linternas a los
guácharos que volaban sobre nuestras cabezas produciendo sonidos extraños como
de gato. Nos informaron que podían medir hasta el metro con sus alas estiradas
y que eran muy grandes y pesados. Endémicos de Suramérica son aves nocturnas
que tienen unos vellitos como los de los felinos en sus rostros, herramientas
precisas como las de los murciélagos para ubicarse con infrarojos en la oscuridad.
Fue
una experiencia única e inolvidable. Caminamos con cuidado siguiendo la
corriente unos 300-400 mts. al interior de la cueva. Persiguiendo paredes
lisas, otras con entradas y salidas pronunciadas y vadeando pozos profundos
cargados de agua y heces de los guácharos. Sobre nuestras cabezas unos ruidos
extraños nos protegían. Al llegar a un amplio vientre muy profundo en la tierra
hicimos el ejercicio de apagar todos las linternas, no comunicarnos con nadie
durante 5 minutos y tampoco tener contacto físico con los compañeros. Realmente
sentí que había bajado al averno y que lo peor era que me iba a quedar ahí una
eternidad. El tiempo del ejercicio se me
hizo eterno. Por momentos pensaba que estaba solo con esta multitud de animales
feroces y escandalosos sobre mi cabeza, que incluso afinaron y seguido,
aplacaron sus ronroneos en total oscuridad. Traté de calmarme imaginándome
lógicamente que ahí estaban sentados también mis compañeros de curso, los guías
y la profesora, pero al ver que nada que hablábamos ni prendían las luces, la
adrenalina me empezó a controlar. Me sentí poseído por la dama de los cabellos
ardientes, como lo hacía Porfirio Barba Jacob, relatado por Fernando Vallejo en
El Mensajero. Un miedo profundo al
encierro, a la claustrofobia me dominaba. No podía entender por qué mis
compañeros estaban tan juiciosos con el ejercicio y habían accedido a no
hablar, a no tocarse y a no encender sus linternas. Asustado y extrañado como estaba,
perdí la noción del tiempo y por unos segundos que parecieron eternos sentí que
estaba paranoico. Mi corazón bombeaba sangre rapidísimo y algunos comentarios
de los guías, cuando nos advirtieron del cuidado a tener me parecieron como
actuados, como premeditados, como sí todos hubieran ayudado a encerrarme, me
dio rabia y empecé a sudar frío y a temblar. El reloj seguía corriendo a una
velocidad prolongada. Sentía que al agua corría copiosamente a mis pies y
cientos de enormes monstruos aletiaban sobre mi cabeza, prontos a golpearme y a
atacarme. Estaba solo en las profundidades de la tierra y descubrí cómo sería
el infierno: sentirse así toda la eternidad, sin contacto con otra mente, con
otro ser; perdido en la locura de los propios pensamientos. Un espacio ancho
dentro de la cueva me recordó las lecturas de Julio Verne en Viaje al Centro del Planeta. Estaba
sentado sobre una roca, estiraba los pies, los ponía sobre el silicio, los
doblaba, hacía carrizo, los abrazaba con mis manos, y nada me hacía sentir
cómodo. Rompiendo el acuerdo inicial de no tocar a nadie bajé mi mano derecha
para comprobar sí estaba solo. Una compañera que no recuerdo gritó al sentir mi
mano pero yo reviví. Rápidamente un barullo humano, aparte del de los guácharos
se inició y algunas luces se encendieron. Respiré profundo y me alegré al
sentir que había nacido de nuevo. Ascendimos en fila india por la misma
garganta en que minutos antes nos sumergimos y fue espectacular ver imágenes
como las siguientes.
XXX
Llegamos
al refugio. Nos bañamos pues la contaminación de estos animales era mucha. Me
puse ropa limpia y seca y luego de cenar salí con un compañero a caminar por la
reserva. La profesora había acertado al decir en la mañana que iba a llover. A
pesar de correr mucho desde la autopista no logramos llegar a nuestros cuartos a
tiempo, pues escurríamos de pies a cabeza. El agua nos chorreaba por el rostro,
por las gafas, por el cabello, en fin.
Al
otro día visitamos San Luis. Nos levantamos para desayunar a las 7, aunque
todos no estuvimos listos así que desayunamos más tarde. Caminamos por un sendero
ecológico rodeado de exuberante y tropical belleza: fauna y flora única y
propia de este mágico lugar. Unas cuevas con estalactitas y estalagmitas
formadas hace miles de años nos deslumbraban.
xxx
Algunos turistas se
lanzaban al río.
Al
medio día nos preparamos para emigrar. Ya nos sentíamos como moradores de esas
tierras. Recorrimos el pueblo, e incluso bajamos a una bañadero que los
habitantes del pueblo quieren conservar como tal, pero el brillo del oro y el
progreso poco a poco acaba con el patrimonio ecológico de la Nación.
Hay
que volver. Solos o acompañados pero una aventura así debe repetirse. Gracias a
la profesora, a la Universidad de Antioquia y al Universo que nos proveyó de
tan magna experiencia.
Original que en San Luis aún
siembren hierbas aromáticas, verduras, al lado de flores en la Estación de
Policía.
Sorprendidos de ver las huellas
imborrables del conflicto y la violencia por más de 50 años en nuestro país.
Varias veces se ha tomado la
guerrilla este tranquilo y bello municipio del oriente antioqueño.
Iglesia del Municipio de San Luis.
Simpático que unas señoras evangélicas
o testigas de Jehová se usufructen de una venta callejera de obleas y empanadas
al lado de uno de sus mayores enemigos: las imágenes católicas, que están
repartidas por toda la geografía de nuestra América y del mundo entero.
Animales extraños que nos
acompañaban por todo el recorrido.
Cremas frías para refrescarse.
Al lado de la civilización, de la urbanidad, de la modernidad; conviviendo con el otro, la tradición, la vida del campo, el empuje, el espíritu paisa.
Los cultivos de pancoger, a metros
de la civilización.
“Todo es relativo”, dice el vulgo
y el sabio. En San Luis las hormigas tienen su microuniverso y nuestros
problemas las traen sin cuidado.
Varias generaciones se sobreponen
unas sobre otras. El ser humano busca su destino.
Allí en medio de la nada, en el
bosque insondable y misterioso, queda las huellas de la violencia en este
municipio de Antioquia. Cruces que se ubican en los sitios donde han matado
cristianos, como llamaba a los seres humanos mi abuelo.
La belleza, la naturaleza, lo
arcano, lo moderno, la fuerza del agua, etc.
Aquí se discute sí prima la
producción económica de electricidad para esta región o sí se prioriza en
conservar el Patrimonio, lo invaluable, lo espiritual para la gente de San
Luis.
Lo que el agua se llevó. Lo que
dejó. Lo que les pertenece como Patrimonio inmaterial a sus habitantes.
Todo fluye.
“Que tu alimento sea tu medicina y
tu medicina tu alimento” Hipócrates.
Casi me deja el camión por irme a
tomar estas últimas fotos.
Construcciones amigables con el
medio ambiente
Les presentó al minino Misifús
Rico,
típico y saludable desayuno.
xxx
Salvando
a Alberto.
[1] https://www.dropbox.com/sh/zgzduqomkcydl8l/n7ryR032g1/Documentos_WUF7/Cifras_Urbanas_Mundiales.pdf
Fecha de consulta: 31 de marzo de 2014
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